"Víctima y verdugo: dos figuras
inexorablemente entrelazadas en su naturaleza, pues ninguna de las dos halla su
lugar en este mundo sin la otra. Así, donde hay un torturador existe un
torturado y allí donde malvive un ultrajado ronda un desalmado.
Díganme: ¿qué es lo que acaba convirtiendo
a un hombre en una cosa u otra? Si es la sangre de su estirpe la que lo
convierte en tirano, o el maltrato al que se ha visto sometido en sus primeros
años de andadura por este mundo ¿cómo atrevernos entonces a juzgar su tiranía?
Si, en cambio, la simiente de la maldad ha crecido en él regada por valores
como la ambición, la avaricia y el egoísmo, juzguémosle y condenémosle, pues
las simientes pueden llegar a convertirse en árboles fuertes y robustos, y
varios de esos árboles pueden llegar a formar un bosque que acabará siendo un
potente y despiadado ejército…
Quizá no haya que darle tantas vueltas…
Todos somos víctimas. Y también verdugos. En tiempos de guerra y en tiempos de
paz. Lo fuimos, lo somos y lo seguiremos siendo hasta el fin de los días… Puede
que la clave esté en ser misericordiosos con la víctima que llevamos dentro y
condescendientes con el verdugo en el que a veces llegamos a convertirnos".
UNA COPA DE TRISTEZA CON HIELO, Ed. Corona Borealis, Pág. 23
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