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miércoles, 15 de febrero de 2012

Un pedacito...

pág. 203 UNA COPA DE TRISTEZA CON HIELO: ¨"Eran tiempos duros y Dios quiso llevarse a mis padres demasiado pronto”…Aquellas palabras me transportaron aquella noche cincuenta años atrás. Déjenme que les cuente uno de los relatos más bellos y duros que jamás he escuchado: la vida de una niña gallega que tuvo que crecer prematuramente y que llegó a la capital con una pequeña maleta casi vacía.
Julia Orozco Guzmán nació en un minúsculo pueblo de Pontevedra en el ya lejano año de 1911. Siempre fue pequeña de estatura para su edad y de apariencia frágil, pero de carácter duro y con un don especial para adaptarse con fortaleza a las circunstancias que la rodearon. Sus padres, hijos de campesinos, se dejaron la piel trabajando en una pequeña parcela que pertenecía al pazo de don Andrés, un tirano que tenía a todo el pueblo amarrado a sus pies. Formaron un matrimonio feliz que tuvo siete hijos de los que sólo llegaron a adultos tres, quienes recibieron una modesta educación basada en la honradez y en una forma de pensar bastante abierta para la época. Un día de septiembre, el padre apareció tendido en el campo más tieso que un témpano de hielo y con la azada aún sujeta por los dedos de su callosa mano. A los pocos meses, la viuda enfermó de tuberculosis y se reunió con su marido, dejando huérfanos a tres niños desamparados. Don Andrés dejó que el varón se quedara en la finca para explotarlo a su antojo. La hermana mayor, Ernestina, se buscó las habichuelas como pudo y acabó casándose con Luisito, un mozo trabajador pero pobre que apenas podía mantenerla. Julia, sin embargo, era aún joven para casarse, así que viendo el porvenir que le deparaba aquel pueblo aislado y recóndito, tomó la valiente decisión de marcharse sola a la capital, a la que llegó un día de pleno invierno del año 1923¨

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